Deia. “Veo el partido con poca ilusión”. El segundero de la bomba de relojería se paró con esa afirmación de Oinatz Bengoetxea, con el gesto contrito, mirando al horizonte, tocado, “jodido”. El leitzarra, un dechado de virtudes que se desprenden de una sonrisa continua, un optimismo vital tatuado hasta el tuétano, estaba serio, triste y “enfadado”.