Jugará por primera vez la final del Manomanista tras vencer a Darío en el Ogueta en un duelo bien gestionado en el que ha impuesto su juego de aire
Brazos arriba después besar el suelo para digerir lo que había conseguido con un Ogueta en pie premiando su gran actuación. Aitor Elordi está en una nube de felicidad. Este domingo ha logrado lo que hace pocos años era un sueño casi inalcanzable. El vizcaíno está en su primera final del Manomanista, el torneo más grande. Y lo ha conseguido por méritos propios. Su fe es inquebrantable, su defensa muy consistente y su juego de aire un brillo capaz de deslumbrar. Con esas armas se ha impuesto a un Darío peleón que ha visto como le escapaba su segunda oportunidad de jugar el partido soñado por todos los pelotaris.
