El camino de baldosas amarillas

Mikel Urrutikoetxea e Iker Irribarria, en la elección de material

Mikel Urrutikoetxea e Iker Irribarria buscan hoy su segunda txapela del Manomanista con el frontón Bizkaia de Bilbao como escenario

Deia. Las miles de hormigas que recorrían el jueves el estómago de Mikel Urrutikoetxea e Iker Irribarria ya son pitbulls. Es el momento. Es el Día D, que cumplió 75 años el jueves. Bodas de brillantes de unas bodas de sangre. El Bizkaia de Bilbao es Normandía hoy, a partir de las 17.30 horas. Una final del Manomanista es para disfrutar con la ansiedad de un soldado en víspera de tajo. A dentelladas. Aunque los que mastican las tripas parecen insectos, tienen hambre lobuna. Una jauría. Una horda. Saquean las entretelas en busca de algo que llevarse a la boca. El espinazo hierve. El Manomanista exige su peaje de tensión. El Manomanista es algo diferente. Es especial. Es una obsesión para el manista: Olimpo o pesadilla. El Manomanista es bruto, gigante. El Manomanista es esencia. El Manomanista es raíz. El Manomanista son dos pelotaris en un escenario de talla gigantesca y el cuero, el protagonista del Universo Pelota, como único leitmotiv que les acompaña hasta que acaban todo piel y huesos, vacíos, sin chispa ni ánimo, con menos carne que un guisado de alambres. Las leyendas más grandes de la mano se escriben con su nombre y por ello son recordados los que se tatuaron de lana el cráneo;en especial, Julián Retegi, su tío Juan Ignacio, Hilario Azkarate, Juan Martínez de Irujo, Aimar Olaizola, Rubén Beloki o Atano III.

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