La gloria rueda por los suelos

Queda para la memoria del frontón Bizkaia un partido eléctrico, sobrecargado con la corriente alterna de la incertidumbre, hasta que Irribarria tocó el cielo

Deia. E tanto intentarlo con aquellos pelotazos morrocotudos que surcaron, casi, la estratosfera (su juego parecía nacido en aquellos días negros de Gernika, de Dresde, de tantas y tantas ciudades acribilladas por el fuego llovido de los bombardeos…), Iker Irribarria tocó el cielo con la yema de sus dedos. Lo logró en el desenlace de la final del Manomanista que hubiese firmado cualquiera de los más avezados guionistas de Hollywood. En el último tanto, con el trepidante 21-20 en los cartones,

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