Irribarria, el domador de tormentas

Cuando Iker Irribarria es capaz de desatar toda la potencia de sus brazos, los efectos de la ciclogénesis pueden ser devastadores. Con su titánica defensa, Urrutikoetxea estuvo muy cerca de desbravarla, pero el de Arama demostró que toda su fortaleza no se concentra en sus bíceps y encauzó su poder hacia su segunda txapela, la de la reafirmación

Gara. Iker Irribarria consiguió ayer su segunda txapela del Manomanista sin llegar a cumplir 23 años, por ponerlo en contexto, edad con la que Juan Martínez de Irujo se caló su primera lana, mientras que Aimar Olaizola se estrenó con 26, y, con todas las reservas necesarias, su capítulo en la historia de esta modalidad comienza a coger su peso. La iniciación de ese artículo arrancará inevitablemente por esa fuerza de la naturaleza que se concentra en su brazo izquierdo, pero tras finales como las de ayer, limitarse a ese punto de partida supondrá quedarse en lo obvio, en un análisis superficial de un pelotari con muchos más matices y aristas.

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