El delantero de Amezketa se clasifica para las semifinales del Manomanista en un enfrentamiento precioso en el que el riojano le exprimió al límite
Jokin Altuna abre los brazos en el frontón Astelena de Eibar. Darío Gómez se lamenta con una media sonrisa. Dos estados de ánimo. Dos gladiadores. Un espíritu. La Catedral les despide en pie por el esfuerzo, llenando de aliento sus pulmones vacíos. Ungidos por la catársis del mano a mano. El amezketarra suspira, lívido, ante el resultado. Pura supervivencia. 22-19 frente a un rival mandón con la derecha, el mayor ariete del riojano, una fuerza de la naturaleza. “El último día le das con todo”, explicaba. Lo hizo. Un cañón.
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