Iker Irribarria y Beñat Rezusta ganan una final marcada por la presión ejercida sobre Larunbe y la talentosa propuesta de Bengoetxea VI
Diario de Noticias. A Mikel Larunbe se le escapó la final del Parejas de entre los dedos como si se le hubiera roto un reloj de arena. Los cristales anunciaron tambores de guerra, la sangre se filtró y el olor atrajo a las bestias, a Iker Irribarria y Beñat Rezusta. Le llamó. Se les afilaron los dientes, el estómago empezó a pedir su ración y el aroma cedió al tiempo del tiburón, al que le dicen vil y matón por genética, pero la realidad es que su voracidad viene impresa en sus genes. Ya nació así. El regusto sedujo a los de Aspe y condujo el camino de la txapela por océanos de trabajo, poco experimento y mucho músculo, en los que un brioso Rezusta, de zurda nerviosa, aliento largo y electricidad en un armazón de atleta, asomó protagonista absoluto.