El mallabiarra ha necesitado siete años para hacerse un hueco entre los grandes de la pelota profesional, pero ha llegado para quedarse
Cada pelotari tiene un tiempo de maduración. Debutar joven no es sinónimo de éxito, y Aitor Elordi es el mejor ejemplo de ello. El de Mallabia ha necesitado siete años para hacerse un hueco entre los mejores, pero la constancia le ha permitido llegar para quedarse. Atrás han quedado muchas horas de trabajo para pulir sus defectos y ser un pelotari más completo que ahora tiene bastante más que el instinto rematador que le permitió dar el salto a profesionales. Y ahora, también, la ansiada txapela del Parejas, lograda este domingo junto a Zabaleta.