Deia. Y mirando a las gradas, al infinito de un frontón Atano III de Donostia en pleno bullicio, Iñigo Bikuña -1,94 metros de zaguero potente de Gros- apeló a los sucesos que acaban marcando una vida, que son hierros candentes que tatúan el corazón, el alma y el cerebro. Lanzó una sonrisa al infinito y se dio cuenta de que hay cosas que habitan en el interior toda la vida. “Esto no se olvida nunca”, dijo el guardaespaldas donostiarra, congratulándose de ser profeta en su tierra, donde realizó un debut notable acompañado de un Jokin Altuna con galones.
Lo que no se olvida
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