Deia. Jesús necesitó tres días. A Jokin Altuna le valieron seis pelotazos. Suficiente. ¡Para qué más! En ese tiempo se gestó la crónica de una resurrección dentro de la noria eterna del Manomanista, tan cruel como el tiempo, que se estira o se contrae a merced de los monarcas de la pelota a mano, a los que se les puede llamar traviesos o malditos por usar los peones del frontón, los pelotaris, a su antojo, como el niño de la lupa y las hormigas.
Resurrección en seis pelotazos
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