El trámite se le atraganta al ya semifinalista, obligado ahora a digerir la derrota por 22-7 y los numerosos fallos cometidos ante el riojano
La irregularidad persigue a Iker Larrazabal. Los tres triunfos consecutivos en el Manomanista ante pelotaris de entidad como Ezkurdia, Altuna III y Darío invitaban a creer que había corregido ese lastre. Sonreía. La tranquilidad de saberse semifinalista debía ayudarle a afrontar el trámite del Labrit de Pamplona ante Javier Zabala como un ensayo positivo a quince días vista del partido en el que buscará el pase a la final frente al ganador del duelo entre Artola y Peio Etxeberria del domingo 11 en el Astelena de Eibar. Más allá del resultado, de ganar o de perder, tocaba afinar los instrumentos y reforzar el nivel de confianza.